Yo vi una vez a un hombre devorado por la máscara…
Federico García Lorca, El público
Se suponía que fuéramos como las cinco hijas de Bernarda Alba. Sí, las nacidas en el siglo XX debíamos ser, si no sus hijas, al menos las hijas de sus hijas, sus nietas: obedientes a la familia hasta que fuéramos propiedad del esposo; de preferencia calladas, incluso ante las faltas de los otros sobre nuestros cuerpos; capaces de llorar a los muertos por años, de enterrarnos en vida con ellos, si así demandaba el honor familiar. A fin de cuentas, en La casa de Bernarda Alba, el duelo puede durar ocho años, o multiplicarse cancelando la risa. Ni hablar del sexo.
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